Todo influye en nuestra autoestima: nuestra familia, la escuela, los amigos, nuestras relaciones sentimentales, los medios de comunicación, los éxitos y fracasos cotidianos, las circunstancias de vida difíciles y estresantes…..
Así que, normalmente, las ideas, juicios y opiniones que tenemos sobre nosotros y el valor que nos damos son conclusiones a las que llegamos basándonos en todo lo que nos va pasando y la forma en qué lo interpretamos.
El problema de las personas con baja autoestima es que toman las opiniones y valoraciones negativas (tanto las suyas como las de los demás), que pueden ser parciales, inexactas y erróneas, como verdades inamovibles sobre ellos en las que acaban creyendo firmemente.
Cuando un niño o niña ha llegado a esos pensamientos y creencias tan negativos sobre sí mismo, es probable que algunas experiencias negativas hayan contribuido a esto durante su infancia y/o adolescencia.
Por ejemplo:
Estas creencias negativas son las que le pueden llevar a creer «no valgo nada», «soy malo», «no soy atractivo» o «soy raro».
Pero estas suposiciones, que hay que vigilar, son siempre:
Lamentablemente no podemos cambiar el pasado pero si se puede trabajar sobre las creencias negativas para lograr una autoestima equilibrada.
Hay que tener en cuenta que la autoestima no significa que tu hijo o hija nunca más se encontrará con una situación incómoda o difícil. Tampoco significa que nunca más volverá a pensar en sí mismo desde una perspectiva negativa.
La autoestima saludable consiste en pensar en nosotros mismos y en nuestro valor de forma EQUILIBRADA.
Está absolutamente bien y es apropiado que reconozcamos nuestra debilidades y nuestros éxitos.