Las funciones ejecutivas y el éxito en la vida

Tu hijo o hija:
¿Pierde sus cosas con frecuencia?
¿Le cuesta concentrarse o empezar sus tareas?
¿Es desorganizad@?
¿Olvida lo que acaba de leer o escuchar?
¿Necesita instrucciones constantes?
¿Tiene dificultades para controlar sus impulsos?

Muchas veces, pensamos que ciertas situaciones son debidas a un mal comportamiento o desinterés.
Sin embargo, pueden ser señal de un mal funcionamiento de las funciones ejecutivas.

¿Qué son las funciones ejecutivas?
Las funciones ejecutivas son las encargadas de controlar y autorregular nuestra conducta.

✔️ Son esenciales en el día a día para lograr un comportamiento flexible, organizado, adaptativo y dirigido a metas.
Las usamos en cualquier situación que requiera procesos cognitivos como la memoria, atención, creatividad, cumplimiento de las reglas y normas, inhibición, autocontrol, planificación, resolución de problemas, toma de decisiones….
Es decir, para cocinar, conducir, organizar la agenda, memorizar un dato cualquiera, jugar a cartas….

✔️ Las funciones ejecutivas se encuentran situadas en la corteza prefrontal del cerebro.
Comienzan a desarrollarse ya desde el primer año de edad aunque siguen madurando hasta los 20/25 años (e incluso un poco más).
De hecho, aunque nuestros adolescentes parezcan adultos (y pensamos que deberían tener adquiridos ciertos comportamientos), lo cierto es que a nivel cerebral, todavía están en desarrollo. 

¿Pueden mejorarse las funciones ejecutivas de nuestros hijos?
Las funciones ejecutivas están relacionadas con el rendimiento académico, la calidad del sueño, la salud física y mental y el desempeño social en niños y adolescentes.

La experiencia y el aprendizaje favorecen nuevas conexiones neuronales (sinapsis) en nuestro cerebro y nos ayudan a mejorar nuestro desempeño.
Los padres tenemos un papel fundamental en el establecimiento de estas conexiones desde la infancia.
Cuando les explicamos, cuando les enseñamos, cuando les ofrecemos oportunidades de aprendizaje les estamos ayudando a que su cerebro se llene de conexiones útiles.

Actividades como el ejercicio físico, los juegos de mesa o juegos tradicionales, como la comba o el escondite, establecer rutinas, la educación emocional o el desarrollo de planes de estudio eficaces, por ejemplo, les enseñan a planificarse, a regular sus emociones, a concentrarse y a desarrollar otras funciones ejecutivas. 

Sin embargo, pueden darse problemas en las funciones ejecutivas en los que es necesaria una evaluación neuropsicológica que permita un plan específico de intervención. 
Así ocurre, por ejemplo, cuando existe un daño cerebral o en la dislexia, la discalculia, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), la esquizofrenia o el autismo (TEA) en los que las dificultades en las funciones ejecutivas suelen aparecer asociadas.

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