La velocidad de tu hijo
es inversamente proporcional
al tiempo de que tú dispongas.
¿Algún padre o madre que no esté de acuerdo con esta afirmación? 😄
¿No tienes la sensación de que la noción del tiempo de tu hijo no es la misma que la tuya?
«¿Cómo puedes tardar tanto en arreglarte?»
«¿Cuántas veces tengo que repetirte las cosas? No llegaremos a tiempo»
«Ya sabía yo que no tendrías tiempo de terminar los deberes»
Supongamos que tu hijo tiene que recoger sus juguetes antes de cenar. Al final, siempre se distrae jugando o mirando la tele o cualquier otra cosa que a él le interese mucho más que recoger ……… y el tiempo, se le echa encima.
Es normal que niños y adolescentes se centren en «su mundo» donde no reina el tiempo y se olviden de todo aquello que no es importante para ellos, justo en ese momento.
Además, las habilidades que necesitan para planificar, gestionar el tiempo, prestar atención o tomar decisiones (las llamadas funciones ejecutivas) aunque se desarrollan durante la primera infancia, siguen madurando hasta el inicio de la edad adulta y necesitan ser entrenadas.
Así que pregúntate:
💭 ¿Tu hijo está preparado para hacer todo aquello que le pides que haga?
¿Es posible que no tenga todavía las capacidades necesarias para gestionarse y que le estés pidiendo responsabilidades que no son adecuadas a su edad?
💭 ¿Le has enseñado estas habilidades correctamente?
Vamos a imaginar que te das cuenta de que tu hijo no ha recogido todavía y que no va a estar listo para la hora de la cena y todo se va a retrasar. Entonces, vas a su habitación y recoges tú…para ir adelantando.
¿Le estás enseñando a ir adquiriendo responsabilidades o le vas solucionando tú los problemas?
Aquí, me gustaría que tuvieras en cuenta que los recordatorios sirven para afianzar habilidades no para criticar.
Existe una gran diferencia entre «recordar» y «agobiar, regañar o criticar» y en esa diferencia está la clave.
Los recordatorios son una herramienta excelente para educar. Te dejo algunos consejos para aplicarlos correctamente:
En definitiva, se trata de aplicar el sentido común, la flexibilidad y la empatía para enseñarle a tu hijo las habilidades necesarias para la vida.
Se trata de educar con cabeza y corazón.