El mundo es muy complejo y necesitamos simplificarlo para actuar.
Según el psicólogo Daniel Kahneman, el 95% de las veces, nuestro cerebro usa un sistema rápido de pensamiento frente a otro que es más lento y racional.
Este sistema rápido, que es intuitivo, inconsciente y automático, hace que nuestras decisiones no siempre sean precisas y puedan llevarnos a malinterpretar la realidad, a cometer errores de juicio y a conclusiones irracionales e ilógicas.
Estos errores de pensamiento se llaman sesgos cognitivos.
Estamos fuertemente influenciados por ellos y hacen que seamos menos racionales de lo que pensamos.
Se adquieren a una edad temprana y determinan la forma en que vemos el mundo porque pueden generar comportamientos y emociones desproporcionados: perfeccionismo, victimismo, ira, culpa…
Hay identificados infinidad de sesgos pero algunos de los que puedes utilizar con tu hij@ son:
Y si has pensado que esto no te sucede a ti, siento decirte que también existe un sesgo para eso:
El sesgo del punto ciego o la tendencia a reconocer la influencia de estos errores de pensamiento en los demás, pero creer que a nosotros no nos influyen tanto.
«Esto es lo que le pasa a mi marido» «Justo como a mi hermana con sus hijos»….
¿Cómo puedes identificar estos pensamientos erróneos?
Todo el mundo tiene algún grado de sesgos. Por lo tanto, no eres un mal padre o madre por caer en estos errores.
Pero se convierten en un auténtico problema cuando son muy frecuentes y nos provoca malestar.
El mejor antídoto para sus efectos negativos es ser conscientes de cómo funcionan y de sus consecuencias.
Lo cierto es que una vez forjada nuestra visión del mundo, nos cuesta mucho cambiarla.
Pero cambiar de manera de pensar es un signo de inteligencia, consiste en actualizar nuestras creencias a un modo más adaptativo y correcto.
Y ese esfuerzo siempre vale la pena, si te ayuda a conectar mejor con aquell@s a quien más quieres.