Puedes querer mucho a tus hijos y….

Puedes querer mucho a tus hijos y…
Sentir enfado
Sentir frustración
Sentir soledad
Sentir agotamiento

Muchas veces, cuando tu hijo no te escucha, después de repetir lo mismo una y otra vez (recoge tus juguetes, ponte a hacer los deberes….), entras en una espiral de frustración y culpa.

  • Mi hijo no me escucha.
  • Me siento enfadado.
  • Grito y/o castigo.
  • Me siento culpable.

Y, entonces, se encienden todas las alarmas:
❌Debo hacerlo mejor.
❌No soy una buena madre / padre.
❌Nadie me ayuda.
❌Nadie me respeta.

La culpa no es buena compañera de la crianza.
Para compensarla puedes relajar las normas y límites que crees importantes para educar, ser incoherentes con ellas (ahora, sí; ahora, no), sobreproteger, educar desde la impaciencia….

Lo más importante es que encuentres la fuente de esos sentimientos para dejar de atribuirlos y culpabilizar a tu hijo.

Todas estas emociones y reacciones son normales pero te están avisando de que algo no está bien y que necesitas aprender a gestionar mejor estas situaciones que te desbordan.

Pueden significar, por ejemplo, que necesitas:
🗸Apoyo, descanso, autocuidado.
🗸Nuevos límites y normas.
🗸Comunicar de forma asertiva sus necesidades (sí, las madres y padres también tenemos necesidades).
🗸Ignorar demasiados consejos no solicitados.

Por supuesto que la crianza no es fácil y, a veces, nos lleva al límite y sentimos que estamos fallando a nuestros hijos.

En general sentimos dos tipos de culpa:

  • La que nos estanca y nos paraliza. Es aquella que hemos aprendido y está relacionada con nuestros «deberías», nuestros miedos y carencias.
  • La que nos impulsa a reparar, a pedir perdón, a asumir responsabilidades y a aprender.


Pregúntate ¿qué te está enseñando tu culpa?
Y úsala para para regular tu comportamiento y aprender de los errores.

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