¿Te imaginas vivir en un mundo en el que no existieran las emociones?

En realidad, las emociones son imprescindibles para determinar cómo sentimos el mundo.
Por lo que parece bastante obvio que deberíamos tomarnos nuestras propias emociones muy en serio para entendernos a nosotros mismos y para comprender al resto del mundo.

Los niños y adolescentes no tienen la suficiente madurez cerebral para regular y gestionar sus emociones.
No es que no quieran, es que no saben cómo hacerlo.
Sin embargo, en esa regulación también influyen factores culturales y formas de educar.
Así que eres tú, como padre o madre, quien debe conocer las estrategias más adecuadas para ayudarle cuando sus emociones se «descontrolan»

¿Cómo puedes enseñarle a regular sus emociones?

  1. Escucha atentamente sin interrumpir, sin sermones, sin juzgar, culpar o reírte.
    Ofrécele la oportunidad de explicarse.
    Lo que tú percibes puede no ser su realidad.
  2. Dale nombre a su emoción y describe con tus propias palabras lo que te ha explicado para comprobar que has entendido cuál es el problema:
    «Veo que te has enfadado porque te estabas divirtiendo mucho en el parque y te hubiera gustado quedarte un rato más».
  3. Acepta la emoción: «Entiendo que te sientas así».
    Aceptar no significa ser permisivo con cualquier comportamiento sino ponerse en el lugar del niño.
    Significa comprenderlo y ser capaz de apoyar, calmar y guiar a tu hijo e hija.
  4. Por su inmadurez, nuestros hijos no siempre son capaces de pensar en alternativas.
    Recuérdale vuestras normas y ofrécele opciones que sean realistas.
    «Ya es muy tarde y mañana hay colegio. ¿Qué te parece si volvemos otro día o invitamos a alguien para que venga a casa?»

Los conflictos son parte de la vida.
No sirve de nada ignorar o disfrazar las emociones que generan.
A veces, creemos que emociones como el miedo, la tristeza o el enfado son signo de debilidad o de fracaso.
Sin embargo, aunque son emociones más difíciles y con un matiz «negativo«,  son reacciones completamente normales y necesarias. Nos alertan de las amenazas o los desafíos a los que debemos enfrentarnos.

No podrás evitar que tu hijo sienta miedo, tristeza, enfado…., tenga la edad que tenga. Pero, bien gestionado, sí podrás evitar que le dominen y que le empujen a la acción en lugar de a inhibirse.

Las emociones consideradas más positivas, como la alegría o la confianza, sirven para construir nuevos pensamientos y aprendizajes, explorar situaciones, reducir el estrés y el dolor ante las adversidades y llevarse mejor con los demás.

Aunque nuestros esfuerzos suelen centrarse en ayudarle a superar esas emociones «negativas», es igual de importante enseñarles a generar y regular sus emociones «positivas» porque son las que le ayudarán relacionarse mejor con su entorno y consigo mismo.

Ayudar a tu hijo e hija a transitar por todas todas esas emociones:

  • Le enseña a regularlas.
  • Le hace sentirse comprendido.
  • Le demuestra que aunque penséis de forma diferente o no estés de acuerdo, es importante para ti. 

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